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Después de repasar el capítulo “La Humanidad caída” de Orígenes de la Civilización Adámica Tomo I. No puedo por menos que comentar algunas de las sensaciones que me han asaltado y que deseo compartir con vosotros.
Después de la vuelta de los Kobdas Misioneros a Neghadá, se vio el profundo drama humano que alcanzaba a toda la humanidad de aquellos tiempos y de qué manera llegó a afectar a todos aquellos Kobdas que salieron en tareas misioneras, más de la mitad de ellos salieron del Santuario, "con el alma llena de energía y el cuerpo vigoroso y fuerte y volvían cargados del dolor que al contacto del fuego abrasador de las pasiones humanas y a veces, sus cuerpo se contaminaban con las enfermedades más horribles, en el roce con los cuerpos enfermos y deshechos”...
… Atormentados se hallaban pues los hijos de Numú con estas cavilaciones, cuando una noche en la Mansión de la Sombra aparecieron, en manifestación plásmica radiante, los diez Kobdas Fundadores y el más elevado de ellos habló:
Que se hunda el mundo, pero que no se destruya el Amor y la Paz entre vosotros, por que ese amor y esa paz es la urdimbre en que el Hijo de Dios teje su nido para bajar a la tierra. Ningún Kobda que no haya muerto en sí mismo todas sus pasiones y miserias y debilidades, es apto para ayudar a los demás a matar las suyas. Aprenda el Kobda primero a dominar todos los bajos movimientos de su íntimo ser y entonces vaya por el mundo a enseñar a los demás. Mayor bien hacéis a la humanidad sosteniendo con vuestro pensamiento el augusto santuario inmaterial, que permita al Verbo de Dios bajar a la tierra, que destruir este santuario con vuestras mentes agitadas por la marejada exterior.
Llevando estas palabras al momento actual y dentro de la Escuela de FCU, me parecen tan en la línea del trabajo interno que nos han delineado los Maestros, cada uno-a debe hacer consigo mismo el trabajo interno que le corresponde, sosteniendo con nuestro pensamiento el augusto santuario inmaterial de nuestras Escuela, de hoy, ayer y siempre en un mismo proceso creador, conservador y regenerador, para que podamos sentir de nuevo brillar en nuestros corazones la Luz increada manifestándose en nuestra alma a través del Pensamiento Divino del Verbo de Dios.
No puedo por más que admirarme de la sincronía de todos los momentos históricos de la humanidad y especialmente de aquellos que fueron finales o principios de ciclos en donde encarnaba el Verbo de Dios en cualquiera de sus personalidades, ante corrientes adversas devastadoras Su manifestación siempre sale triunfante y Su mensaje llega a todos los rincones y a todos los corazones del mundo. En el tiempo de la Civilización Adámica, los Maestros Fundadores Kobdas arengaban a sus hermanos encarnados a mantener el Amor y la Paz entre ellos y paralelamente en el plano físico se constituyó una vastísima institución gubernamental, financiera y filantrópica que gobernaron los Kobdas a lo largo de tres Continentes, después de salvar mil adversidades y ante un vencimiento extremo de sí mismos, vaciándose completamente y secundando a Abel en su misión pacificadora de Ungido, en favor de la humanidad.
Ahora, en este final de ciclo de nuevo encarna Su pensamiento en todos aquellos corazones que en algún momento le comprendimos, ya no cabe otro conocimiento, ni otra verdad, cada uno tiene la que tiene, pues NO estamos en fase de estudio, sino de síntesis, NO venimos a aprender, sino a recordar y a poner en práctica aquello que ya sabemos, aplicarlo en cada acto de nuestra vida determina nuestra conexión a la Fuente Divina, en la medida que actuamos con los automatismos ancestrales que hemos adquirido y que nos definen como ánimas.
Paréceme que el Amor busca al amor, aunque sea minúsculo, silencioso, tímido, invisible y aún imperfecto, cuando lo expresamos aquí en la Tierra nos invade la certeza de que algo mucho más grande y poderoso toma nuestro lugar y en este momento apenas podemos ser canalizadores de esta manifestación de vida, de belleza y de verdad, expresándose como una inundación de vitalidad y de unidad con el Todo, este sentimiento nos sobrepasa y nos une con la Bondad Divina y en este momento también somos energía creadora, conservadora y renovadora, fuente de vida que se expresa a través de un pobre corazón humano.
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