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Cuando la bruma que cubre este camino en algunas mañanas de invierno, se levante, seguro estoy que estará por la vieja casa de madera, que aún está diseñada con las vibraciones magníficas que su pluma brillante supo atraer de los planos sublimes donde se guardan todos los secretos que fueron y serán.
Y allí aun podré sentir como a pesar de cargar con la agonía de un plano tan denso, que poco pudo comprenderla, atravesó los umbrales de su propia encarnación y al descorrer los velos de una parte sublime de la historia del Mesías y de su Humanidad, consiguió sin pretenderlo vestiduras angelicales aquel 31 de Julio, cuando dio el beso final a su existencia terrenal.
Una breve historia que empezaría con un relato pastoril, abriría los arcanos divinos y durante 27 años seguiría sin solución de continuidad. Sin importar las aguas desbordadas, los fuegos abrasadores de los dolores humanos, ni las tempestades borrascosas que intentaron más de una vez interrumpir su cometido.
Algunas almas, cuyo amor devoto hacia su persona, le acompañaron sin medir sacrificios ni esfuerzos, cumpliendo pactos preexistentes para hacer de su paso terrenal un lugar menos sombrío, encuentran en mi corazón tanta gratitud hacia sus silenciosas e ignotas huellas de sacrificios y padecimientos.
Capaz de volar a gran altura, sin despegar un ápice del suelo, la siento sufrir los descensos furtivos a este plano, cuando dejaba esos cielos de vívidos colores, de magnificas revelaciones. Dejaba a su gran Amigo Ausente al que reclamaba en silencio por la soledad que la acometía muchas veces.
Han pasado 50 años, sí, 50 años desde aquel día. No sé, no recuerdo donde estaba yo por aquel entonces, seguramente pronto a venir a este plano, donde su esfuerzo y el de tantísimos seres, encarnados y desencarnados, permitieron que la Humilde Servidora tejiese con hebras de luz el paso del Cristo Divino por este planeta. Y esas hebras tejidas, ese lienzo palpitante de vibraciones, han hecho que mi vida y seguro la de muchos, tenga un sentido distinto a pesar de la ceguera de la carne.
Sabéis, la bruma se disipa, el sol cubre el sendero, y su silueta pasa a mi lado y una bella sonrisa devuelve al horizonte de mi existencia, la estrella polar de mi camino.
Y cuando vuelves a tu añorada morada, los amigos del Plano Superior nos dejan la melodía de tu esencia para que podamos en el vivo recuerdo de tu obra, seguir tras los pasos de Nuestro Amado Maestro.
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